HISTORIA MODERNA

Cantabria ha sido y sigue siendo una de las regiones más huérfanas de referencias en las historias generales de España o del Reino de Castilla, problema especialmente acusado en lo que concierne al período comprendido entre los siglos XV y XIX. Por esta razón, la inmensa mayor parte de la producción historiográfica disponible sobre el periodo es de origen regional. Dejando aparte a los eruditos pioneros de los siglos XVI al XVIII (Castañeda, Sota, Guerra de la Vega, Boo Hanero, Martínez Mazas, etcétera) se aprecian tres períodos singularmente activos: la Restauración, la Segunda República y el de los últimos veinte años.

En el primero de ellos pueden distinguirse dos series de trabajos claramente diferenciados: las crónicas y las monografías. Las crónicas se inauguraron con Lasaga Larreta, Compilación histórica, biográfica y marítima de la provincia de Santander, Cádiz, 1865, a la que siguieron M. Assas, Crónica de la provincia de Santander, Madrid, 1871; R. Amador de los Ríos, España. Sus monumentos y artes, sus naturaleza e historia. Santander, Barcelona, 1891; J. A. Río Sainz. La provincia de Santander considerada bajo todos sus aspectos, 2 volúmenes, Santander, 1885-1889, y M, Escagedo, Crónica de la provincia de Santander, 1919-1922. Todas ellas, aunque siguen siendo obras obligada consulta para el estudioso, adolecen de un tratamiento más anecdótico que analítico y de centrar prioritariamente la atención de la Edad Media.

Características muy semejantes tienen las monografías de A. Bravo y Tudela, Recuerdos de la villa de Laredo, Madrid, 1873; E. Leguina, Apuntes para la historia de San Vicente de la Barquera, 2 volúmenes, Santander, 1875, y Madrid, 1905; P. Martínez, Reseña histórica del valle de Soba, Bilbao, 1887; J. Ortiz, Comillas. Notas para su historia, Madrid, 1902; J. Salazar, El valle de Reocín, Torrelavega, 1907; J. Echevarría, Recuerdos históricos castreños, Santander, 1899; M. Escagedo, San Vicente de la Barquera, notas para su historia, Santander, 1917, etcétera.

Dos figuras destacaron con claridad durante el primer tercio del siglo XX: M.Escagedo y F. Sojo.

Al primero debemos, entre otras, Solares montañeses, 8 volúmenes, Santoña, 1925 – Santander, 1934, y Estudios de historia montañesa, 3 volúmenes, Torrelavega, 1916-1918; al segundo, el espléndido Ilustraciones a la historia de la M.N. y S.L. Merindaz de Trasmiera, 2 volúmenes, Madrid, 1931-1932, y Maestros canteros de Trasmiera, Santander, 1935, entre un buen número de otras monografías. En el periodo republicano se diversificó considerablemente el plantel de estudiosos de la historia regional, añadiéndose a los autores citados, F. Barreda, J. Fresnedo, Francisco y Fernando Gonzáles-Camino., T. Maza Solano, E. Ortiz de la Torre, G. del Río, M. Sola y otros que canalizaron sus trabajos, primero en la Revista de Santander (6 tomos publicados entre 1930 y 1933), y a partir de 1934, en la revista Altamira, órgano del Centro de Estudios Montañeses, creado a finales de 1933 por el mismo grupo de hombres, ya decididamente decantados por la historia y la etnografía regionales. Altamira con los cuarenta y cuatro volúmenes publicados hasta el presente, sin duda constituye el corpus más cuantioso y diversificado de estudios e investigaciones sobre la historia regional de Cantabria. Tras los dos números iniciales y la interrupción por la guerra civil y la inmediata postguerra, cabe distinguir dos períodos en esta revista. el de 1945-1968 y el de 1968 hasta hoy. Durante el primero se añadieron a los trabajos sobre Historia Moderna de los fundadores y colaboradores iniciales los estudios de M. A. Álvarez, M. Bustamante Callejo, V. Calderón de la Vara, L.Correa, M. García-Oliva, M. P. Guerín, A. Jado, P. Jusué, A. Lama, F. López-Dóriga, L- Martínez Guitián, A. Pérez de Regules, M. Rivas de Pina, V. Sainz Díaz y otros. F. Sáez Picazo tiene publicados los índices de las dos revistas: La Revista de Santander, 1930-1933, Santander, 1973, y Revista Altamira, 1934-1971, Santander 1973. Aparte de Altamira, el Centro de Estudios Montañeses publicó en aquellos años interesantes trabajos de sus miembros: M. Ballesteros, la Marina Cantabra y Juan de la Cosa, Santander, 1954; F. Barreda, Comercio marítimo entre los Estados Unidos y Santander, 1778-1829, Santander, 1950; L. Martínez Guitián, Naves y flotas de las Cuatro Villas de la Costa, Santander, 1946, y La villa y ciudad de Santander en el siglo XVIII, Madrid, 1950; T. Maza Solano, Catálogo del antiguo monasterio de Jerónimos de Santa Catalina de Monte Corbán, Santander, 1940, y Nobleza, hidalguía, profesiones y oficios en la Montaña, según los padrones del Catastro del marqués de la Ensenada, 4 volúmenes, Santander, 1953-1961; L. Sanfeliú, La Cofradía de San Martín de hijosdalgo navegantes y mareantes de Laredo, Madrid, 1944; J. Simón Cabarga, Santander, Biografía de una ciudad, Santander, 1954, y Santander, Sidón Ibera, Santander, 1956; F. Sojo, Cudeyo, Santander, 1946; M. Solana, La heráldica del Real Valle de Villaescusa, Santander, 1952; además de la obra colectiva más ambiciosa llevada a cabo en aquel tiempo, patrocinada por el Banco Santander: Aportación al estudio de la historia económica de la Montaña, Santander, 1957.

El tercero y último período de auge historiográfico regional se inicia con la creación de la Institución gracias a las estimables mejoras presupuestarias con la que se dotó, coincidieron con la incorporación al Centro de Estudios Montañeses de un nuevo grupo de investigadores, entre los que han predominado los dedicados a la historia moderna, cuyos trabajos también se incorporaron a la revista Altamira: J. Alcalá Zamora, J. M. Alonso del Val, M. Arce, J. Canales, J. L. Casado Soto, R. Coterillo, Mª C. González Echegaray, J. M. Pedraja, R. Pérez Bustamante, J. Ortiz del Real, A. Rodríguez, M. Vaquerizo, etcétera. Simultáneamente, el C.E.M. emprendió la organización de toda una seria de simposios, con convocatorias de ámbito nacional, cuyas actas se han venido publicando: XL Aniversario del Centro de Estudios Montañeses, 2 volúmenes, Santander, 1976; Santander y el Nuevo Mundo, Santander, 1977; La Guerra de la independencia (1808-1814) y su momento histórico, 2 volúmenes, Santander, 1982, y Población y sociedad durante el siglo XVII en la España cantábrica, Santander, 1985. La misma entidad decidió realizar la publicación de la obra Cantabria a través de su historia, en ocho volúmenes, de los que ya han visto la luz tres, y uno de ellos versa sobre el período que nos ocupa; J. L. Casado, M.ª C. González Echegaray, A. Rodríguez y M. Vaquerizo, La crisis del siglo XVI, Santander, 1979. El material histórico sobre la Edad Moderna es predominante también en las revistas anuales de otros dos Institutos de la I.C.C.: Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore , 11 volúmenes, entre 1977 y 1985. Paralelamente, los miembros del C.E.M. han incorporado al acerbo historiográfico del período moderno las siguientes monografías: J. Alcalá Zamora, Historia de una empresa siderúrgica española: los Altos Hornos de Liérganes y la Cavada (1622-1834), Santander, 1974; F. Barreda, La Marina Cántabra, II. Desde el siglo XVII al ocaso de la navegación a vela, Santander, 1968; J. Calderón Escalada, Campoo. Panorama histórico y etnográfico, Santander, 1971; J. L. Casado Soto, La Provincia de Cantabria. Notas sobre su constitución y ordenanzas (1726-1833), Santander, 1979, y Cantabria vista por viajeros de los siglos XVI y XVII, Santander, 1980; M.ª C. González Echegaray, Escudos de Cantabria, 5 volúmenes, Santander, 1969-1983, y Toranzo. Datos para la historia y etnografía de un valle montañés, Santander, 1974; R. González Echegaray, Balleneros Cántabros, Santander, 1978; N. Mercapide, Guarnizo y su Real Astillero, Santander, 1980; A. Rodríguez Fernández, Los Carabeos. Historia, economía y sociedad en un concepto rural de la Merindad de Campoo, Santander, 1979; F. Vázquez, La Medicina de Cantabria, Santander, 1972; así como el informe encargado por la Diputación Provincial, Antecedentes históricos y culturales de la provincia de Santander como región, Santander, 1978. También se ha continuado la labor de publicación de fuentes documentales del período: M.ª C. González Echegaray, Documentos para la historia del arte en Cantabria, 2 volúmenes, 1971-1973; T. Maza Solano, Relaciones histórico-geográficas y económicas del partido de Laredo en el siglo XVIII, 3 volúmenes, Santander, 1965-1972; J. Ortiz del Real, Archivo Municipal de Santillana del mar, Santillana del Mar, 1983; M. Vaquerizo, Documentación del Archivo Municipal de Santander. Documentos reales, 2 volúmenes, Santander, 1977-1982; M. Vaquerizo, A. Rodríguez, C. Pellón y M. J. Pellón, Inventario de libros del Archivo Diocesano de Santander, Santillana del mar, 1983. Otras obras sobre la historia moderna de Cantabria o con referencias significativas a ella son: M. Basas Fernández, El Consulado de Burgos en el siglo XVI, Madrid, 1963; T. Martínez Vara, Santander, 1983; R. Maruri, Ideología y comportamientos del obispo Menéndez de Luarca (1784-1819), Santander, 1984; V. Palacio Atard, El Comercio de Castilla y el puerto de Santander en el siglo XVIII, Madrid, 1960, y A. Zabala, La función comercial del País Vasco en el siglo XVIII, 2 volúmenes, San Sebastián, 1983. (J.L.C.S.)